domingo, 20 de julio de 2008

Conversando con la hija del reportero Kapuscinski

Para que Ryszard Kapuscinski se convirtiera en el patriarca de todos los reporteros modernos, tuvo que sacrificar a su familia. La fotógrafa Rene Maisner, única hija del desaparecido periodista polaco, lo recuerda en esta entrevista para Variedades (suplemento del diario El Peruano).
A inicios de junio, me cité en Milán, gracias a una periodista freelance polaca, con Zojka Kapuscinska, la única hija del famoso reportero Ryszard Kapuscinski, quien falleció en enero de este año, a los jóvenes 74 años. Sin reticencias, la Kapuscinska, de 50 años de edad, me contó pasajes de su vida y la nueva identidad que lleva por ser hija del infatigable periodista, autor de exitosos reportajes sociales, políticos y humanos. Él escribió sus obras a partir de sus propias percepciones de reportero. En uno de sus muchos libros, Los cínicos no sirven para este oficio, el cronista polaco reivindica la idea que “hay que vivir los hechos con la gente antes de escribir sobre alguien”. Pienso en esto mientras voy al lugar del encuentro con Zojka, una cafetería milanesa de la Piazza del Duomo.
Ya juntos, bebiendo café, se me ocurrió empezar por el fin, ¿cómo vivió la muerte de su padre? “Estoy triste por su muerte, pero feliz porque Kapuscinski logró realizar su identidad en pleno, me contestó, sin vacilar”.
¿Quién es Kapuscinski para Zojka, su hija?
−Fue un padre ausente, que dejó a su familia atrás para dedicarse a su carrera, viajaba siempre y no teníamos temas en común. ‘Tú, fotógrafo; yo, reportero’, me lo repetía él mismo muchas veces. He compartido con mi padre otras cosas y eso ha sido su identidad viajera y el avant-garde del siglo XX, arte que fue nuestro tema en común. Zojka me hace notar que Kapuscinska es la forma femenina de Kapuscinski.
Luego, mientras encendía un cigarrillo, completó: “Pero, en realidad, mi nombre es otro”.“Para los demás yo soy Rene Maisner −me lo subraya en un papel−, la nueva identidad que me hice desde hace 15 años para tomar distancia de mi padre. Yo no he querido ser un apéndice de él y de su fama.
He seguido su carrera fuera de Polonia cuando me fui a vivir a Canadá en los años 70. He leído sus libros y nos veíamos esporádicamente entre Europa y Canadá”. Mujer bajita, cortés, de cabellos oscuros y anteojos redondos, la Kapuscinska se reveló como una gran conversadora en español −estudió el idioma en México y Polonia−. Así, Zojka, quien ahora vive en el Chinatown de la multicultural ciudad de Victoria, en la Isla de Vancouver, Canadá, recordó también que Maisner, su nuevo apellido, se remonta al árbol genealógico alemán de su madre. “Lo mío ha sido un esfuerzo de crear una identidad. Es sobre esto que yo trabajo. Una identidad que supera un nacionalismo y que está superando una visión de género”, me dice.
La identidad interpretativa de Zojka- Rene, la forma como ella ve el mundo, se vincula a lo que decía su padre sobre encontrar “los mecanismos” y “las estructuras” de la realidad, y explicar sus causas apoyándose en la teoría, sin olvidar lo local, las narraciones de la gente y preguntarse desde estas dimensiones ¿por qué pasan las cosas? Sin prisa, bebiendo el café, Zojka me pide cortésmente que cambie de tema, pues la identidad es un tema privado. Allí me acordé de preguntarle una curiosidad libresca.
¿Su padre leía a Malinowski?
−Descubrí un libro en su biblioteca, que era enorme; un libro que parecía estar publicado en los años de 1950. Era un libro de Malinowski. Entonces lo que significa es que él se interesaba en Malinowski desde hacía muchos años, tal vez consiguió el libro en un librero de viejo.La obra de Bronislaw Malinowski, etnógrafo polaco y padre de la antropología moderna, fue de gran influencia en las observaciones y reportajes de Kapuscinski.
Queremos saber más del carácter de este hombre de prensa que vivió en condiciones precarias para entender mejor a sus entrevistados. “Las manías de Kapuscinski −confiesa Zojka− eran viajar con la llave de su casa de Varsovia en los bolsillos como señal de que el viaje terminaba al regresar a su casa. Viajaba solitariamente y leía mucho antes de escribir cualquier cosa. Tuvo un carácter fuerte y carismático. Fue un hombre determinado a luchar. No se distraía en muchas cosas.
Decía siempre que hay que educarse para avanzar. El lenguaje y su forma de vivir el periodismo, viajando y escribiendo sobre violencias, crisis y casos humanos, fueron su principal mensaje para superar las mentalidades obtusas y pesimistas”. De paso por Milán, antes de ir a Polonia, Austria y Ámsterdam, la Kapuscinska me cuenta de su trabajo de fotógrafa. “Mi fotografía es un documento sobre el tema del ambiente, de cómo la gente lo destruye con su actividad de industrialización, urbanización, consumismo y con la basura que deja por todas partes. Presento un collage que se basa en simetrías, pero también tiene un orden que emerge de un caos aparente. Dentro de las composiciones emerge un diseño creado por las líneas y colores que pasan uno a otro; se unen y se desunen.
En inglés se podría decir conjunctive- disjunction”, explica. Zojka expone en una pequeña galería de arte de la ciudad de Victoria, se trata del Ministry of Casual Living. Allí, dejando un día cambia sus instalaciones, se puede hacerlo, pues le gusta la idea de que “las cosas cambien, se mezclen, se muevan y nunca sean iguales”.En esta síntesis de la conversación, la Kapuscinska compartió conmigo algo que también pertenecía a su padre: esa dignidad de los humanistas, que, zafándose de las camisas de fuerza de las identidades cerradas, brilla, como ella, con luz propia.
El cronista viajero Ryszard Kapuscinski –léase capuchisnki–, 1932-2007, estudió en la universidad de Varsovia y fue corresponsal de la prensa de su país hasta 1981 en África y América Latina. Publicó libros fundamentales para los reporteros de raza: El Sha, La guerra del fútbol, El imperio, Viajes con Herodoto y Los cínicos no sirven para este oficio, entre otros.

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