domingo, 20 de julio de 2008

Claves de lectura

La certeza de la hipótesis, la intuición de la idea y la espiritualidad mueven a creer en un proyecto potencialmente factible, porque a la raíz de todo esto se encuentran dos elementos claves de la empresa intelectual (razonada) : la idea y la fe. Dos monolitos que reúnen -en un sentido inductivo, es decir de abajo hacia arriba- el impulso espontáneo, el sentimiento, y la pasión por algo.
Los factores que se encuentran como constantes en la vida de los teóricos, los pensadores, los críticos de las corrientes de pensamiento y de la ciencia humana son unas ideas por una tesis clara, coherente y sistemática en el tiempo. Y una carga espiritual impulsada por una fuerza mística que proviene de una serie de centros de pensamiento o centros espirituales, como la universidad y la biblioteca, que esta en la urbe, en la polis, donde se produce el sentido y la razón o en medio del misterio. En el Himalaya, en los Andes, en la Selva Negra alemana, en los desiertos árabes y en las Sabanas africanas, centros para decirlo con las categorías sociológicas de Emile Durkheim, donde el « objeto sagrado » es la naturaleza y el « estado mental » es la sensibilidad del hombre frente a la naturaleza.
Los teóricos de la historia han costruido una idea (el marco teórico sobre la base de una hipótesis) y han encontrado un punto de referencia espiritual, la fe, que directa o indirectamente, alienta el pensamiento y la dignidad del hombre.
Pienso en los jesuitas y su lema de acción “ad majorem dei gloriam” (a la mayor gloria de Dios), en los geógrafos como Cristobal Colón, que intuyó otras tierras más allá del pesimismo de su época, en los indígenas del Perú, (no en el desarrapado sino en el ser humano que han interpretado, Mariátegui, Vallejo, Arguedas, Porras Barrenechea, Scorza, Sabogal, Nathan Wachtel, Von Hagen, Prescott y María Rostworowski), en ese indio peruano que continua, en silencio, una tradicion oral desde tiempos preincaicos, en Foucault que diferencia una consciencia trágica y una consciencia crítica y en todos aquellos que han generado corrientes de pensamiento y tendencias culturales.
En todo este viaje del hombre hacia el ignoto, hacia la búsqueda de las respuestas que lo mueven al conflicto y la alienación está también el método, el mito y el imaginario de una cultura.
La cultura es como el agua en que nada el pez, sin agua el pez muere, de allí viene la importancia de interpretar las culturas para vivir en ellas e intuir sus destinos históricos. Como pruebas están los trabajos clásicos de la antropología escritos por Clifford Geertz, Lévi-Strauss y Oscar Lewis.
Después de estudiar una serie de familias y su relación con la televisión en los cinco continentes, el norteamericano, James Lull, en su libro “World Families Watch Television” (1988) llegó a la siguiente conclusión sobre el poder de la sociedad, la cultura y la comunicación, “no todo el placer y el poder son políticos o económicos, también son simbólicos y culturales”.
Kant habría sugerido en una entrevista imaginaria escrita por el filósofo francés Andre Glucksmann, que los pensadores y los poetas prefieren las sociedades felices y pacíficas, donde libran una « kampfplatz », una « lucha sin fin », la batalla de una razón que decide desafiar la estupidez, los entusiasmos y la locura.
La cultura en el mundo académico busca ser critica y actualizada, un trabajo crítico que debe ser biográfico y no mera voluntad.
La crítica de la lectura, leer y compartir lo leído, en el encuentro con el interlocutor en la tertulia, debería generar una interpretación y nuevos significados que nos ayuden a comprender y proyectarnos en la vida cotidiana y futura.
No estamos muy lejos de esa dimensión, allí están los libros, las bibliotecas, la televisión (como representación de diversos fragmentos de la realidad humana), los intelectuales, las corrientes de pensamiento, la prensa seria, las regiones geográficas con culturas antiguas y nuestra particular predisposición peruana a socializar.
La cuestión es ver esto con una mentalidad abierta, culturalista y descifradora, en una sociedad del conocimiento, que ha dejado de ser solamente una sociedad de la información y se ha abierto a un vaivén de intercambios e influencias que son necesarios entender para un justo intercambio de conocimientos y experiencias. Interpretar y deliberar podrían ser las claves de lectura.
Esto de la idea y la fe, en el proyecto intelectual y en el proyecto de vida, no es una fórmula fija. Max Weber decía que « las cosas de la vida no son procesos cumplidos, son más bien un resultado siempre abierto a dinámicas contradictorias y al peligro de detenerse o caer ».

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