sábado, 19 de julio de 2008

Ratzinger: el Papa de los discursos y de Internet

El combativo Papa de los discursos filosóficos, Benedicto XVI, ex docente de dogmática y por 24 años prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha convertido en el defensor de los contenidos sobre la técnica, y ya a puertas de su segundo año de pontificado está guiando la Iglesia hacia un diálogo que reconozca sobretodo la identidad en la diversidad cultural.
Difícil tarea la de Ratzinger de casi 80 años de edad, que se enfrenta al fuego cruzado de su propia experiencia profesional, la de académico refinado y conferencista, que habla un buen italiano, aplaudido, a representante de Cristo, en una sociedad contemporánea más bien pobre de contenidos y tecnificada en el materialismo, aunque sí con gente más crítica y menos tolerante.
Pero esta predisposición discursiva del Papa quedó contradecida públicamente en enero último, cuando unos 60 universitarios “laicos”, y sus profesores de física impidieron al Papa Ratzinger inaugurar el año académico 2008 de la Universidad La Sapienza de Roma, situada en la misma área urbana de la Ciudad del Estado del Vaticano.
La piedra del escándalo fue una carta abierta de profesores de La Sapienza contra el Papa que como cardenal en 1990 calificó de “racional y justa” la sentencia de la Iglesia contra Galileo Galilei.
El acto de protesta contra el Papa se convirtió en un espectáculo televisivo y divertido, para los universitarios que exultaban ante los periodistas, saltando y lanzando vítores, a favor de lo que ellos llamaban libre pensamiento, debate cultural y saber.
Ante esto el Papa renunció a su visita por razones de seguridad pues “retuvo oportuno sobreceder a la invitación para evitar manifestaciones de protesta”. El Gobierno italiano condenó duramente la intransigencia de los estudiantes romanos ligados a grupos políticos de izquierda, radicales y movimientos anticlericales, sostenidos por sus profesores de ciencias.
El juicio del Papa sobre Galileo quedó saldado cuando el diario Il Corriere della Sera publicó en italiano el pasaje del texto citado en 1990 por el entonces cardenal Ratzinger en La Sapienza, texto que tomó del libro ‘Contra el método’ (1976 versión alemana) del filósofo austríaco Paul K. Feyerabend.
En realidad Ratzinger no comparte completamente la posición de Feyerabend, pero la utilizó con el objetivo de poner en relieve los límites del conocimiento científico, sin justificar la condena de Galileo. Quiere afirmar -escribe Antonio Carioti en Il Corriere- que la racionalidad científica tiene sus límites, y queda puesto en relieve en la crítica sin prejuicios, que debe ser comprendida en una racionalidad más grande de carácter filósofico abierto a la trascendencia.
En ese mismo libro Feyerabend dice que Galileo venció su batalla por la afirmación de la cosmología copernicana sobretodo “gracias a su estilo y a sus capacidades de persuasión, recurriendo a medios de propaganda, y utilizando también trucos psicológicos porque en realidad no disponía de pruebas suficientes para afirmar su tesis”.
En su conferencia en La Sapienza de 1990 Ratzinger dijo citando a Feyerabend que: “La Iglesia en la época de Galileo observó la razón más que al proprio Galileo, y tomó en consideración las consecuencias éticas y sociales de la doctrina de Galileo. Su sentencia contra Galileo fue racional y justa y solo por motivos de oportunidad política se puede legitimar la revisión”.
En su discurso, anulado, para los universitarios romanos, Ratzinger iba a decir que “su tarea no es la de buscar de imponer en modo autoritario la fe”.
El Papa teólogo ha denunciado desde el inicio de su pontificado “la dictadura del relativismo” del mundo de hoy, “la globalización desigual” y los medios de masa: “megáfonos del materialismo, violentos y vulgares”.
Pero observa que contra esos medios, que “utilizan la publicidad obsesiva para capturar al público, tenemos una ocasión preciosa para rediseñar los medios en el uso de la telefonía e internet que están modificando el rostro mismo de la comunicación. Con estos nuevos medios -sugiere el Papa- podemos hacer más visibles los lineamientos esenciales e irrenunciables de la verdad de la persona humana”.
En su mensaje que no logró leer, en enero último, a la academia de La Sapienza, el Papa proclamaba además que “la filosofía no se degrade en el positivismo sin que se cierre en una racionalidad secular endurecida, que se vuelve sorda frente al mensaje cristiano”.
Vaticanistas y analistas oficiosos de las universidades pontificias romanas han comentado que en el desaire universitario contra su Santidad ha prevalecido una posición antidogmática de no acatamiento a la autoridad. Arbitraria y excluyente de la fe. Momentos duros está viviendo la Iglesia católica con ese prescindir de Dios de la secularización mundial.
Mientras que las sociedades occidentales desarrolladas y sus comunidades de significado como la familia, los grupos de pares, la cultura juvenil, y el mundo de los viejos europeos, se están volviendo intransigente y hasta antisocial, donde las ideas no se discuten con respeto sino imponiéndolas.
No saben lo que se perdieron esos “apóstoles universitarios de la libertad” que le quitaron la palabra al Papa, dejándose llevar por una posición unilateral del rito, el dogma, la institución y hasta por una cierta antipatia por la personalidad “clásica” de Ratzinger. Se perdieron el discurso de un Papa que tiene vocación de profesor, que cree en su método y su fe, y al que le gusta hacer pensar a los feligreses, sin ser tan mediático como su antecesor Juan Pablo II.
Ratzinger no es un Papa para las masas, dicen muchos analistas en Roma, pero en cambio es un Papa para las comunidades de fe, las quiere radicar y enraizar en la desarraigada y virtual sociedad moderna.
Hay un clasicismo filosófico en los discursos del Papa, que anuncia en un italiano simple y profundo. De eso me dí cuenta cuando fue a inaugurar el año académico 2007 de mi universidad la Gregoriana en Roma, allí, Ratzinger instó que “el esfuerzo del estudio y de la enseñanza debe ser sostenida por la fe, la esperanza y la caridad. Sin perder la propia historia y raíces”. Un discurso hay que decirlo sociológico y ético para un contexto jesuita y pedagógico como el de la Gregoriana, que resuena en docentes laicos y extranjeros como yo.
Pero en Roma en medio de esos asistentes que escuchan al Papa los domingos en la Plaza San Pedro, que leen y comentan sus discursos, hay muchos religiosos que vienen de países del mundo, de China, India, Bolivia, Perú, Nigeria o Tanzania, para estudiar en las universidades vaticanas, esos son los Cristos, que no quieren traicionar como a Judas a la Iglesia. Y se preguntan: ¿dónde está Cristo en toda esta confusión de discursos, medios, cultura popular y universitarios rebeldes?
En Europa el campo de lucha por la dignidad y la verdad está todavía, en la revisión y lecturas, de textos, en los discursos y en la hermenéutica, el desafío para los pastores de la grey está en cómo comunicarlos sin que pierdan su esencia. La ética está en pararse frente al público y tomar posiciones en el discurso, pocos lo hacen, es la verdad.

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