domingo, 6 de junio de 2010

La encantadoramente extraña ciudad de Milán

Estuve leyendo en la columna “Italians” del periodista Beppe Severgnini, en el Corriere della Sera la polvareda que levantó, con críticas y comentarios a favor entre los lectores, su entrega cómo es extraño hacer amigos en Milán, una ciudad que no goza entre los italianos y los extranjeros de una predisposición pública para hacer amigos y abrirse a la gente.

Milán es una ciudad que recibe a todos, gente del sur, del este, del oeste, del resto de Lombardía, comenta Severgnini, sigue siendo la ciudad italiana de las oportunidades, donde todos nos convertimos en milaneses de adopción, y es metafóricamente “el Farwest” (el lejano oeste) que se espeja en los sueños de los que nunca lo han pisado”, dice Borges en sus escritos sobre el forastero.

Esta es una ciudad donde la gente no tiene tiempo para reunirse, hablar, hacer amigos, porque está más ocupada con su “hiper -activismo” en hacer y deshacer, entre cigarrillos y tacitas de caffè parados en el bar, o en el balcón de las oficinas mirando el cemento de la metrópoli. Por eso que la gente en Milán corre el riesgo de ser brusca, apurada y acalorada, se necesita paciencia e intuición para activar lo que no es común aquí: conversar espontánea e inmediatamente sin que no se hable siempre de trabajo.

Vivir en la metrópoli milanesa es todavía más difícil si no se vive la ciudad de adopción con los ojos y la novelería de un viajero, con las ganas de descubrir y encontrar el sentido de este mundo, y los sentidos de lo que uno es y no es en relación a un territorio con sus historias, tiempos y su gente, es ir desafiándose a encontrarse con uno mismo en relación con los demás, y una cuestión que para los viajeros, cruzadores de frontera, resulta ser la novedad necesaria para ir viviendo la doble alma de la vida (lo bonito y lo feo) del que busca mejorar la vida logrando objetivos para ver “con otros ojos los paisajes del mañana”. Uno de esos viajeros fue Hemingway que inspiró su novela “Adiós a las Armas” entre otros sucesos a su paso por Milán.

Es justamente ese sentido de lucha privada y personal, ese método a veces paranoico, con el que se vive la ciudad lo que más me sorprende de estar aquí, es la perseveranza que desvela la pasión por triunfar, suerte de DNA de todo aquel que ha vivido, sufrido, caminado y crecido en Milán. La historia de esta ciudad se ha forjado persiguiendo la idea económica capitalista de hacerse dignos trabajando, con lo cual hay una forma sistemática en la gente y en su trato que es a su vez causa y efecto del socializar en Lombardía.

Aquí cada uno de los individuos individualistas salen de sus casas cada mañana y se convierten en ciudadanos mientras conducen sus autos, en trabajadores en las oficinas, en profesionales en sus múltiples oficios, todas y todas inmersos en un sistema de trabajo que mueve los tentáculos de las múltiples y heterogéneas sociedades empresariales, comerciales, comunales, provinciales, regionales y multinacionales; los servicios y la política hacia estándares de excelencia y modelos de solvencia, con un modo di fare (de hacer) haciendo el punto de la situación que es más lombardo que italiano. Luego al terminar el día todo es silencio, las calles se vuelven solitarias y las luces hogareñas reflejan las ventanas cerradas de la privacidad ajena a la ciudad.

Algunos críticos dicen que Milán es una ciudad de transacciones económicas en vez que de relaciones interpersonales, sin embrago, Mediolanum (vocablo del que se cree viene la palabra Milán) no le ha quitado la personalidad discretamente independiente a sus conciudadanos de ayer y hoy, y de eso han dado fe: Leonardo da Vinci, Antonio Raimondi, Alessandro Manzoni, Montanelli, Enzo Biagi, Giuseppe Verdi, Carlo Maria Martini, Dario Fo entre otros célebres milaneses.

En lo personal, lo que me atrae de Milán es su método intrínseco de trabajo, en una de las bases del Duomo los primeros constructores han dejado un testimonio humano de ello esculpiendo un escultor con un cincel en la mano (anno 1386), y aunque a veces me desubique frentre a su silencio, sus formas y disimulos, es el lugar donde más he visto moverse al estado y a la empresa privada a favor de la familia, la casa, el trabajo y el mercado de consumo; aún así ésta città -donde todas y todos somos los brazos y la fuerza del mundo del trabajo, “lottando sempre” (luchando siempre) para salir adelante- se toma el protagonismo de las vidas de las y los milaneses, gente que por su empeño y ocupaciones se cansan, se olvidan y a veces postergan en el tiempo citas y reuniones para estar juntos entre amigos.

No hay comentarios: