domingo, 22 de enero de 2012

Madrid – Milán, antes y después de seis meses

Anoche buscando papeles y libros en mi librería de Milán he encontrado estos apuntes que hice en julio último. Los escribo porque me recuerdan paisajes, sensaciones, lugares y situaciones como la de los indignados convertidos, en personajes del 2011 por la revista Time. Lo que había visto en un viaje a Madrid hace seis meses anunciaba la crisis económica europea, italiana y milanesa de hoy. Escribo esto mientras retomo papeles y bufandas en esta Italia de enero del naciente 2012 a 3 grados centígrados. Con muchos jóvenes, desempleados y gente de toda clase social enojada por los ajustes económicos que encarecen sus alicaidos niveles de vida.
 
 
“Buenas tardes señoras y señores, pasajeros de este vuelo Madrid-Milán. Les informo que en este momento estamos sobrevolando la Costa Brava, a su izquierda pueden ver los Pirineos y al horizonte –una línea de sol sobre la noche estiva- encontrarán Francia a vista de pájaro. Ahora en Milán hacen 24 grados, no hay nubes y el viento es suave”, dice con voz metálica el piloto del avión, mientras la ventanita liquida del avión lanza montañas, nubes con forma de algodón y cordilleras triangulares y pétreas. La descripción geográfica del piloto me quita la atención del libro que estoy leyendo, “No me cogeréis vivo de Arturo Pérez-Reverte”. Desde mi asiento busco una y otra vez entre las nubes. Veo un grupo de lucecitas de lo que debe ser un pueblito sureño y francés en las tierras del Viejo Mundo. Estoy regresando a Milano después de pasar un día entero en Madrid dedicado a trámites universitarios para mi novia, en la Universidad Complutense. He caminado, a paso de montaña, por la Moncloa, Andrés Mellado, Quintana, Princesa y la zona de los barcitos, restaurantes, bodegas, bollerías, peluquerías, marisquerías de Guzmán Blanco en una Madrid en verano y en descanso. Sudo y camino a buen paso buscando libros de técnicas de periodismo y periodismo de opinión.

   
En los postes de alumbrado público y en los escaparates de las librerías, he leído cárteles, afiches y carátulas de libros que denuncian al capitalismo y a los banqueros. Hablan de la rebeldía y retan a cualquiera con la insubordinación urbana, para no ser “costras” (lacras) del sistema.


De hecho Madrid tiene una movida irrefrenable, con todos esos jóvenes que irrumpen en sus calles (confieso que he visto a los jóvenes más felices y libres, yo he sido uno de ellos también, a tono con la modernidad, conversando y contando sus historias, detrás de tragos, cócteles y sentados, para leer, en mesitas mil por doquier en lugares de cerveza, aperitivos y cafés en París y Madrid). Los ves allí, universitarios, jovencitos y migrantes, también turistas; animados por sorbos de claras y cervezas, tablas de jamón y queso, fumando (sus nostalgias, tristezas y cansancios) en las terrazas de las plazas, que se extienden por una infinidad de lugares para la chacota, la charla, las complicidades, el chisme y las broncas.


Mientras contemplo estas escenas, pienso que aquí surgirán los nuevos y futuros lenguajes juveniles, discursos sociales y sin más ni menos: variados movimientos de la palabra y la acción.


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