En los tiempos de la globalización y del postmodernismo estamos pasando de una sociología de las ciudades y los países a una sociología de las personas y de la vida cotidiana, al cambiar los puntos de análisis y de atención encontramos infinidad de modos de vida diferentes, donde el progreso y los dramas de la vida pasan por los comportamientos, las mentalidades, las cosmovisiones que mueven sentimientos y acciones personales dentro de estructuras de historias de vida.
Las etnografías revelan esos mundos convulsos, divertidos, aterradores, esperanzadores, ahí está la importancia de seguir metodologías cualitativas para entrar a los mundos de las personas y participar de análisis y desarrollos sociales. Lo que también veo es que mientras buena parte del mundo vive conectado en Internet, con los televisores encendidos y los ipod tocando melodías que le cantan a las tristezas, el desamor, la rebelión, el amor, o la soledad, otra parte del mundo (pienso en los pueblos de las provincias del mundo, en las sociedades emergentes) depende de su dimensión espiritual y de una música y danzas más bien vinculadas a lo remotamente inexplicable, es decir: la conexión con una cultura tradicional. En suma de cuentas, por estos estilos de vida, por esos caminos espirituales, musicales y narrativos (visuales, orales, escritos, cantados) se está definiendo y re-definiendo el paso de los tiempos.

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