sábado, 30 de octubre de 2010

Palabras en Milán al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa

Ayer Viernes 28 de Octubre hemos dedicado, en Milán -en el quartiere Isola, donde ahora se construye el barrio de la moda- un encuentro-homenaje a Mario Vargas Llosa.
Gracias a las gestiones, desde Turín, de la encargada de prensa de la editorial Einaudi, Sara Arrizoli, ha participado un librero con algunos títulos en idioma italiano del narrador peruano. El encuentro fue organizado en la sede de la cooperativa de mi amigo, Roberto Reyes, en el Studio 3r, en una reunión en la que participó la consul peruana en Milán, Ana Marina Alvarado, con un público compuesto por peruanos e italianos. Para este encuentro aunque si no participaron por motivos de trabajo y compromisos personales, tuvimos las adhesiones de Fabio Anaya, profesor de Lengua y Literatura Hispanoamericana  de la Universidad de Bergamo; Lino Dante José, catedrático de la Universidad Católica del Sacro Cuore; Emilia Perassi, profesora de la Universidad Degli Studi di Milano y Luis Peirano de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Incluyo aquí el texto que leí durante el encuentro.
Franklin Cornejo Urbina
Milán, 28 de octubre de 2010

Palabras al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa

Quiero decir que hablar de Mario Vargas Llosa es recordar sus libros, que leí el tiempo que se fue en un Perú de seudos populismos, donde hubo, durante los años 90, una exacerbada violencia política, corrupción y golpes duros contra el Estado de derecho. Recuerdo particularmente la novela “Historia de Mayta”, donde se cuenta la experiencia de un troskista que trata de instaurar la guerra popular en Perú. Otro libro es “Lituma en los Andes” donde son destacables las conversaciones del sargento Lituma y su lugarteniente “Chiquito” que siendo costeños, reciben la orden de la policía para ir de Piura a Cerro de Pasco, en busca de indicios para esclarecer las muertes y los secuestros de campesinos y mineros en la zona roja de los Andes, plagada por columnas de senderistas.

Otro de los libros que traen muy buenos recuerdos como lector de Llosa son las memorias “El Pez en el agua”, donde en capítulos alternos entre los episodios adolescentes, juveniles, universitarios, políticos y europeos, Vargas Llosa cuenta su experiencia peruana para lograr ser escritor y participar en política.

Vargas Llosa es sobretodo esa figura profesional que ha mantenido siempre su postura y su discurso literario, ejerciendo un oficio, el de escritor, con un estilo que él sintetiza en método y disciplina. Su caso, refleja muy bien esos muchos espejos en los que se miran las identidades peruanas, y uno de esos reflejos que nos devuelve es la multi-identidad peruana, y entre esas identidadaes, está la identidad política que nos muestra como se puede ser crítico y analítico desde las posiciones y puntos de vista de un nacionalista de izquierda o de derecha, o un liberal (conservador o progresista).

El 8 de octubre, el fallo de la academia de Suecia, resume su obra en estas líneas: se le asigna el Premio Nobel de Literatura: “por su cartografía (entiéndase escritos) de las estructuras del poder y por las agudas imágenes de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo”.

Unas estructuras del poder que Vargas Llosa ha criticado siempre. Desde este punto de vista el escritor peruano ha sido coherente en la crítica a las dictaduras y a los poderes fuertes de América Latina, de cualquier color ideológico ella sea, y en algunos casos como comenta el periodista italiano Fulvio Panzeri, Vargas Llosa reconoce y lamenta un cierto “ostracismo” hacia sus libros dedicados a estos temas.

En Italia, sostiene Vargas Llosa, yo no gusto mucho porque soy “un uccello tropicale”, porque (dice Vargas Llosa en declaraciones al diario L’Avvenire) "para los italianos los escritores sudamericanos deben ser amigos de dictadores muy cercanos al socialismo, como es el caso de Castro o Chávez”.

Antes de Llosa, los únicos latinoamericanos que habían recibido el Nobel fueron Gabriela Mistral (1945), Miguel Angel Asturias (1967), Pablo Neruda (1971), Gabriel García Márquez (1982) y Octavio Paz (1990).

Vargas Llosa es un escritor que reflexiona sobre la compleja relación entre política y literatura. Su ser liberal se expresa en la toma de consciencia que “en el progreso de la libertad reside la humanización de la vida y de las relaciones sociales. El error fatal de mi generación de escritores ha sido el de justificar las autocracias, las dictaduras y de aceptar las visiones revolucionarias marxistas como panacea de todos los males”.

En otros aspectos, es de destacar su presencia permanente en el ágora, en las discusiones y debates sobre política internacional, cultura, artes y teatro. Es una persona que no se esconde, pues está presente en la esfera pública, especialmente como periodista cuando escribe su columna “Piedra de Toque” o cuando se presenta en los canales de televisión y analiza la realidad internacional.

La libertad de crítica es lo más destacable cuando, ex cathedra, pronuncia discursos para sus públicos y lectores.

En algunos contextos y ante algunos auditorios no gusta mucho, por ser a veces demasiados político, basta pensar sus posiciones contra la Venezuela de Hugo Chávez, Cuba, o el Uruguay del ex guerrillero tupamaro Pepe Mujica.

¿Pero de dónde ha sacado Vargas Llosa tantas historias? ¿y cómo hace para escribir tan eficazmente sus novelas y ficciones, que leen hoy millones de lectores en todo el mundo? Destacando esa visión mítica fantástica y al mismo tiempo profundamente realista.

La respuesta está en su propia interpretación, que le viene de una concepción y formación europea del oficio del escritor y su perspectiva de contador de historias que ha logrado desarrollar, a los inicios de su carrera literaria, como viajero y observador de la realidad (con libreta de apuntes en mano) dentro de ese Perú mitad moderno y mitad rural.

Hay en el Vargas Llosa literato, cuatro sujetos juntos: un escritor, un viajero y un etnógrafo, pero sobretodo un narrador en el que él genialmente se esconde dentro de esa tercera persona que da voz y vida en sus historias a personajes tales como Lituma, Mayta o el General Pantaleón Pantoja. Vargas Llosa es esencialmente ese hablador silencioso, profundo: casi sumiso, de escritorio, recónditamente tímido y honesto, que ha logrado percibir esa sensibilidad tan propia de la gente de las culturas antiguas y orales y la ha llevado al campo de la literatura.

Ha hecho que las voces y los dramas de sus personajes de origen urbano, rural y marginal se vuelvan realidades creíbles cuando en el fondo son solamente ficciones.

La mayor parte de las obras del escritor peruano hablan del Perú, de un Perú inventado, pero para quienes hemos vivido en Lima y caminado por las calles de los distritos limeños de Barranco, Miraflores y viajado, sentados y apachurrados, en los taxi-colectivo por toda la Vía Expresa, pasando por el Paseo Colón desde la Plaza San Martín hasta el balneario de Chorrillos. Recorrido las picanterías de Piura y visto las cumbres andinas de Junín o los ríos y bosques de la selva peruana podemos decir que los días, las noches, las conversaciones y los chistes; las ocurrencias y los dramas de un Lituma en los Andes, de un Mayta o de un Zavalita son también nuestros.

Representan claro está parte del repertorio del decir y hablar de un imaginario colectivo peruano.

Como él mismo ha dicho, el valor de su oficio y de lo que él es en gran parte como escritor se debe a sus lecturas y estudios de los mejores novelistas del siglo XIX, a su criterio, el siglo de Tolstoi y Dostoievski, de Melville y de Dickens, de Balzac y de Flaubert.

Su vida de latinoamericano en Europa, con trabajos difíciles y lecturas fuertes, es fascinante entre París, Barcelona y Londres. Leer su biografía es una fiesta para el inmigrante en Europa, porque ayuda a entender la doble valencia de este mundo nuevo y viejo a la vez. Traer bajo la forma de historias el mundo del latinoamericano a Europa es un desafío porque es ajena a este contexto cultural. Así, lo utópico y lo pragmático se unen en la memoria, el recuerdo y el arte literario o sea la síntesis existencial de Mario Vargas Llosa. Se gesta en estas tierras lo que ha logrado este escritor en Europa: contar historias para vivir y crear conciencia en los lectores como parte de un tentativo, el suyo, de corrección y modificación de la realidad.

Todos queremos vivir vidas diferentes de las que ya vivimos, quizás con más coherencia con más locura, humanismo, drama, fuerza, dice el narrador peruano. Por eso nos inspiramos en los actores de cines, en las novelas, en los jugadores de futbol, en los artistas, los cantantes. En los personajes de la literatura.

El mensaje está dado: buscamos alter egos todo el tiempo, utopías posibles y lugares donde realizarlas.

El teatro del mundo matizado con aspectos de realidad peruana, representado en la obra de Vargas Llosa lo ha logrado y nosotros, con él que lo hemos seguido como se sigue al pie de la letra al profesor o al maestro.

Una representación viviente de las contradicciones del mundo social y de los seres humanos, una cuestión, que entiéndase ya no es solo peruana, es humana. Y de sus muchas identidades.

Nosotros, los peruanos, e inmigrantes en Europa, tenemos muchas voces y memoria, que cunden en nuestros subconscientes, imaginarios y cotidianos. Hay amor y odio, conflictos, necesidades, problemas, anhelos, derrotas, reivindicaciones. Mundos de historias, personas y sociedades que habitan en la pluralidad cultural.

En fin un pueblo sin narradores es como un pueblo mudo, una sociedad sin interpretes es una realidad extraviada porque no se define. En este contexto se ubica la obra de Mario Vargas Llosa. En esa realidad que cual etnógrafo ve, escucha y escribe. Pero reinterpretando, reinventando historias, novelando unas vivencias y unas épocas para contar un suceso, ya sea en clave irónica como en Pantaleón y las Visitadoras, o como indagador como en su obra “¿Quién mató a Palomino Molero?”

Vargas Llosa escribe mentiras necesarias para vivir, encuentra en sus caminos, en sus viajes, en sus lecturas, siendo limeño, inmigrante, viajero, arequipeño, universitario, barranquino, ciudadano, escritor: unos mundos paralelos, con distintas voces e historias, y descubre que siendo escritor puede inventar un narrador. Y allí empieza su invención. Se inventa escritor, dedica tiempo, esfuerzo para escribir historias noveladas. Es un inventor de historias, que la gente cree real, y que él hace creer así. Y hace pensar en cómo logra tocar la conciencia y la posición de cada hombre y mujer. Al fin y al cabo nadie le es indiferente, ya sea a favor o en contra. Lo has logrado reinventor de la realidad y si alguien se enoja o alegra, de tu premio, es porque has tocado alguna dimensión de la vida. De sus vidas. De nuestras vidas.

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