miércoles, 29 de febrero de 2012

Juan Cruz en su oficina-biblioteca del diario El País

Juan Cruz (der.) y Franklin Cornejo (izq.) 
en el diario El País (Madrid)
El frío de Siberia llegó puntual a Europa a fines de enero, los servicios meteorológicos anunciaron la helada y las temperaturas a 18 grados bajo cero. Con ese clima llegué a Madrid, un tiempo inclemente para guarecerse y escribir. El avión que me trajo de Milán aterrizó en el aeropuerto de Barajas, a las dos de la tarde, en la T2. La escala de 10 horas antes de ir a Lima me daba tiempo para visitar a Juan Cruz, el director adjunto del diario El País, autor de “¿Periodismo? Vale la pena vivir para este oficio” (De Bolsillo 2010), libro que reúne entrevistas de Juan Cruz con los maestros del periodismo internacional; Eugenio Scalfari, Ben Bradlee, Tomás Eloy Martínez, Harold Evans, Jean Daniel, John Lee, Alma Guillermopietro y Juan Luis Cebrián. El texto de Cruz sirve para defender la vigencia del periodismo pese a la gratuidad del periódico en la web, el nacimiento del periodismo digital y la crisis financiera de históricos diarios como The New York Times y The Washington Post. Vivimos hoy una transformación en la forma de hacer periodismo y en este contexto leer a Juan Cruz es como juntarse con un amigo y escucharlo en una sana tertulia, en la que advierte también que “el periodismo (del medio digital, el agregado es mío) viene veloz pero todavía necesita un freno, al menos para que lo que se dice no sea tan diferente de la realidad”. Un encuentro con Juan Cruz es parte del aprendizaje del oficio de periodista tanto como leerlo, verlo y escucharlo en su oficina. En eso pensaba mientras iba a buscarlo.

La defensa que hace Juan del periodismo es total, en una de las partes de su libro dice lo siguiente: “Algo tan bello –“el oficio más bello del mundo”, han dicho muchos, y el último que lo ha dicho más es Gabriel García Márquez– no puede desaparecer jamás, estará siempre ahí, en cualquier formato, en cualquier soporte. Mientras haya algo que publicar, mientras haya algo que decir a la gente sobre lo que le pasa a la gente, habrá periodismo; qué más da si es un suplemento de internet o es un periódico que se renueva cada segundo en una red superpoblada en la que de vez en cuando florece; también una gran historia que mientras no se cuenta es tan sólo una pequeña historia que aún no ha nacido”. Su e-mail me ha adelantado su afabilidad. “cuando esté cerca de Madrid envíeme un mail o llame al móvil español. Muy honrado en conversar con usted, un abrazo. Juan”. Ahora estoy en el autobús urbano 105 en dirección a Ciudad Lineal rumbo a El País.

Vivo mi propia comisión de entrevista a caballo entre el avión y el bus en búsqueda de uno de los mejores periodistas de habla hispana.

La sede del diario El país es una construcción moderna en la calle de Miguel Yuste, 40. En la recepción de El País hay un linotipo inglés que recuerda los artefactos de la imprenta y la composición de textos. En las paredes de madera hay portadas históricas de El País, incluido el primer número del 4 de mayo de 1976.En la mesa de la recepción, la secretaria y un telefonista bromean sobre “Mou” (Mourinho el entrenador del Real Madrid) y su colección de derrotas ante el Barcelona. “Hombre ya es hora de que se vaya Mou, hasta cuándo vamos a dejarnos humillar por esos catalanes”, dice el telefonista que ya me anunció con Juan Cruz y me ha pedido que espere.

Ahora sí me dan el pase para entrar. Debo ir por el ascensor de al fondo y subir hasta el tercer piso. El cubo metálico me lleva rápido, se abren frente a mí las puertas del ascensor y a cuatro metros en el piso alfombrado, otras puertas automáticas me introducen a una sala con escritorios, secretarias y uno que otro raudo redactor-periodista que cruza la sala de un lado a otro.

La secretaria me ha sentado en la oficina personal de Juan Cruz. Él está terminando una reunión y ya viene. La oficina de Juan es un cuarto de estudio, una pequeña biblioteca. Sobre su escritorio hay filas de libros ordenados uno encima de otro en forma de columnas, quizás material de futuros artículos, reseñas de prosas por hacer, libros leídos, inspiración de escritos por venir. Por donde pongo los ojos, hay libros, estantes de libros y cajas de cartón presumo también con libros dentro.

Le han puesto unos libros cerca de su silla, donde ahora apoya los codos. Es el hombre feliz que he visto en la foto de su blog “Mira que te lo tengo dicho”, cabello cano y costeño de Tenerife donde ha nacido hace 64 años. Es uno de esos periodistas de papel y tinta que escribe también para la edición digital de El País. Y publica libros como editor, poeta y novelista. Ama el periodismo al punto que “pagaría por trabajar en un diario”.

Me cuenta que estuvo en Perú el año 2006 en la boda de Morgana, la hija de Mario Vargas Llosa, en Mancora. Tengo recuerdos muy lindos de Perú –dice– ahora tu país es la Beijing de Sudamérica, está de moda, hay un buen repunte de la economía y las cosas van bien por allá. Anteayer estuvo el presidente Ollanta Humala en Madrid. El País con el diario la República organizaron unos conversatorios para promover la inversión extranjera en el Perú.



Juan Cruz es amigo de Mario Vargas Llosa, ha editado algunos de sus libros y ahora que lo veo bien es el periodista que ha entrevistado a Vargas Llosa en New York los días posteriores del anuncio del Premio Nobel. Conoce también a Alonso Cueto, el novelista que encuentra inspiración de sus historias en la polarizada sociedad peruana.

Mientras hablamos de los libros, de sus viajes, de Milán desde donde traigo este resfrío que trato de mitigar con un café que me ofrece Juan. Me doy cuenta que él representa su estilo de escribir: un tipo empático, amable y ciudadano. Un periodista que me recuerda a Enzo Biagi, el italiano que me enseñó con sus escritos la extrema coherencia del periodista escritor narrador. Y me acuerdo de la frase de Borges: “la literatura se alimenta de literatura”.

Los periodistas necesitamos contar y para escribir tenemos que utilizar las palabras, y sobretodo la palabra escrita. La mejor muestra de ello es que Juan Cruz escribe todos los días en su blog. Y es sesudo, sensato, viajero impenitente, escritor periodista. Y a veces más escritor que periodista, pero en el fondo muy curioso, pero también muy humilde como pocos periodistas que he visto. Y eso lo hace humano. Su acento español me trae la voz de mi profesor José Martínez de Toda, quien siempre me decía: “la única forma de escribir, es seguir escribiendo”.

Juan Cruz escribe de libros, de viajes, de periodistas, del valor de la cultura, las decadencias del mundo, de sus amigos, del fútbol, del blog y sus tiempos lentos y rápidos, del twitter y sus frasecitas cortas, de literatura, de política, del tiempo que se va, de la vida, del homo faber y el homo ludens en el que se convierte el hombre y la mujer que encuentran en la pasión de su oficio su hacer creativo y su lugar en el mundo.

Él escribe, narra y cuenta esa historia haciéndose, inacabable, inconmensurable, infinita que es la vida de todos los días. La vida que viven y vivimos los periodistas para ver, escribir y contar lo que pasa a la expectativa de la novedad que llega con cada día siguiente.

Y me meto a la historia del día, de ese día en que visité y conversé con Juan Cruz, nos tomamos una foto al costado de un retrato autografiado de Sofía Loren. Mientras nos saludamos, lo dejo sentado en su silla giratoria, rodeado de sus libros, con libretas y lapiceros de apuntes preparando sus artículos para seguir publicando ese periodismo de lectura, el que se espera nunca acabe, con sus crónicas, reportajes y textos pensantes que mantiene vivo y digno el oficio del periodista.