domingo, 10 de octubre de 2010

Por fin llegó el anuncio: Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010


Vargas Llosa camina el 8 de octubre como
un peatón más en las calle de Manhattan.
Foto: El País. 

He saltado hasta el techo aquí en mi casa de Milán, in San Siro, cuando al regresar del trabajo, el jueves 8 de octubre, mi padre me dijo si había escuchado la gran noticia de hacía apenas tres horas, que Vargas Llosa, había sido anunciado, a las 13.00 horas, como Premio Nobel de Literatura 2010. Y yo boquiabierto sonriendo: “No me digas, excelente noticia, es un verdadero triunfo”. La primera cosa en la que pensé fue en esa frase de Vargas Llosa que marcó los tiempos de mis estudios de doctorado en la Pontificia Università Gregoriana: “No puedo decir que ya he escrito lo mejor”. Esa frase me ayudó mucho a ser bastante crítico en la redacción de la tesis doctoral, que escribí en Roma y Milán entre los años 2000 y 2006.

He entrado a internet y he pasado horas leyendo periódicos, El País, Il Corriere della Sera, La Repubblica, El Comercio, La República, El Clarín, para enterarme de las reacciones de Vargas Llosa, que a una estación de radio colombiana dijo: “Pues parecía una broma que me estaba jugando un amigo, pero sí es verdad. Soy el premio nobel”.

Es el primer peruano que gana un premio nobel.

En Italia el TG2 transmitió la conferencia de prensa que ofreció en el Instituto Cervantes de New York. El scritore Sandro Veronesi ha publicado en La Reppublica que “il grande scribacchino è diventato premio nobel” y lo llena de elogios porque dice haber “provato una gioia immensa, personale, è stato per me lo scrittore decisivo per la mia carriera”.

La vida biográfica de Vargas Llosa ha sido y es para mí como una guía Michelin de viajero, que muchas veces sin buscarlo, encontré en fotos, reportajes, entrevistas, escaparates de librerías, en mis viajes, mientras estuve estudiando, caminando por París, Bruselas, Roma, Lyon, Madrid, Barcelona, y aquí también en Milán, donde es conocido, pero no muy conocido, porque quizás como le escuché decir anteayer a un colega italiano, “está fichado como un escritor de derecha”, y muchos lectores italianos más bien izquierdistas, o de ideas socialistas, lo han encasillado en una etiqueta equivocada, que no tiene una relación estrecha con sus obras literarias, que publica en italiano el editore Einaudi.

Leer una “Historia de Mayta” o un “Lituma en los Andes”, pone en primer plano unas formas narrativas y unas caras, experiencias, formas de hablar y paisajes de un Perú andino y costeño, que pocos autores (pienso en un Vallejo o un Arguedas) han descrito tan bien como él mismo Mario Vargas Llosa. De él me gusta su honestidad intelectual, para decir lo que piensa con un modo alturado, altisonante a veces, y también directo. Tiene un estilo de hablar (siempre lo he pensado así) que tenemos los limeños de los barrios clase medieros, pero que conocemos la Lima de las periferias y hemos viajado por las sierras, y mantenido conversaciones con el peruano indio, negro, blanco, chino, mestizo. El peruano culto, el achorado, el pendejo, el vivo, el sufrido, la víctima, el sobrado, el tímido, el borracho, el pregonero, el bailarín, el pelotero, el chamba, el racista, el provinciano, el huachafo, el chichero, etc. En suma de cuentas todos esos estilos de formas de ser peruanos, que Vargas Llosa ha hecho universal y que hace pensar también en la diversidad de subculturas que forman parte de esa cultura social peruana, que en el tiempo de la afirmación de las identidades con la globalización saltan a la vista en el espectáculo, en libros de sociología, ensayos antropológicos, en revistas turísticas o en programas televisivos.

De todas maneras hay todavía un pueblo-mundo peruano, que pugna por entrar a la memoria y representación social del Perú intercultural, que está allí a la espera de intérpretes y revisadores de casos, historias, voces; interesados en dar a conocer el "alma creativa del pueblo", que todavía las duras categorías sociológicas no logran tocar, ni las antropologías afianzar, como sí lo ha hecho la ficción literaria, por eso que en Latinoamérica las novelas, los cuentos y la crónicas, han servido como instrumentos para denunciar y visibilizar al gran público, las historias detrás de los cerros, en los villorios, en las punas, en los periferias de los barrios pobres. El drama, las aventuras y los sueños del latinoamericano de abajo, en una ciudad desigual, que no entiende o no termina de entender sus universos históricos, sus saberes, sus deseos, su alma comunitaria, agrícola, ritual.

El literato, escritor (cuentista o novelista), periodista (redactor y cronista) es el testigo de una historia peruana y latinoamericana, que se ha atrevido a contar, pese a la censura y la represión de los poderes de turno (políticos, militares o intelectuales).  Por eso que el oficio de contar tiene en Vargas Llosa un digno representante, aunque si tenga muchos retractores por sus cambios ideológicos de izquierda a derecha y su posición (para algunos incómoda) como liberal, procediendo de un país como Perú, donde si pensamos en unas sociedades de mayorías populares, tiende a hacer populista y por ende más de izquierda que de derecha.

Me inspiré en Vargas Llosa para viajar a Europa, leyendo sus memorias “El pez en el agua” y gracias a sus reportajes de viajes, pude hacerme una idea de lo que era Europa, antes de venir a vivir aquí. (Sigo leyendo siempre y religiosamente sus artículos “Piedra de Toque”).

Me encantó muchísimo una entrevista en la que él declara esto a un periodista del diario El Comercio de Lima: “En Londres, cuando yo era joven me pusieron unas galletitas y una taza de café minúscula en las manos, allí me di cuenta que esto era un estilo, esto era Europa”. Años más tarde verifiqué lo mismo, pero en Milán, donde para interactuar con algunos colegas italianos en el trabajo, nos servimos tacitas minúsculas de café para charlar y abrirnos a la conversación, y eso lo sigo haciendo puntualmente cada día, desde hace 10 años, el tiempo que tengo viviendo en Italia. Otra frase de Mario que reapareció en mi mente cuando regresé a mi casa de Surco, en Lima, fue esta misma: “Usted es un salvaje, su casa ya no es su casa”.

Mitigué las nostalgias de mi país como estudiante de doctorado en Roma, en octubre del 2000, releyendo “Lituma en los Andes”, en la eclesiástica biblioteca de la Gregoriana, en medio de curas y monjas de medio mundo, donde mientras leía iba secándome las lágrimas por la tristeza de estar allí, en Roma, lejos de mi casa, cuando me ganaba la angustia dentro de la clase, me salía corriendo hasta la Fontana de Trevi a calmarme en solitario viendo caer el agua a los pies de las estatuas de Zeus y los caballos alados de la pétrea fontana.

Leí por primera vez un libro completo de Vargas Llosa cuando trabajé, tenía 17 años, como voluntario en la ONG peruana CEDRO, allí en un festival de recolección de libros, en la concha acústica del Parque Salazar de Miraflores, se organizó un concierto donde se presentó en vivo el grupo de rock argentino “Los Enanitos Verdes”, y la entrada consistía en dejar un libro. Yo estuve en la organización y en medio de los cerros de libros que tuve que ir recogiendo, encontré una edición de tapas naranjas, de Seix Barral, titulado “Historia de Mayta”. Cuando lo leí, fui a buscar una copia del libro en los libreros de viejo, del Jirón Camaná cerca del Bar Queirolo de Lima, me encantó ese arranque del paisaje del malecón de Barranco, donde yo iba a hacer educación física como escolar del Colegio Andrés Razuri y a donde también salía a correr a lo largo del litoral, con frío o calor, antes del viaje italiano.

Vargas Llosa es para mí como un amigo lejano, un referente, el modelo sin duda del oficio bien hecho. Recuerdo también esa comisión que no hice cuando estuve trabajando como periodista en la agencia France Presse de Lima, donde no logré cubrir su presentación ante la prensa extranjera, o ese viaje loco, porque me enteré media hora antes de su presentación, que hice en el metro de Roma para ir a verlo a la sede del Istituto Italo-Latinoamericano, y cuando llegué ya se había ido. En una estadía corta en Lima, lo escuché en el auditorio de la Universidad de Lima, en un encuentro con Bryce Echenique. Y fue la comprobación de mi admiración personal por la persona y el escritor. La Universidad de Lima le publicó un libro "La vida en movimiento", cuyas tapas tienen las pinturas abstractas de Syszlo, que veo aquí en mi escritorio, mientras escribo estas líneas.

Dicho sea de paso lo encuentro siempre en las librerías en las que entro, bajo la forma de libros, suyos o dedicados a él, y en prólogos, como esos dos últimos libros que he leído del periodista español Juan Cruz “¿Periodismo? Vale la pena vivir para este oficio” o la Antología de cuentos en dos volúmenes de Julio Cortázar, donde Vargas Llosa dice que aprendió de Cortázar a jugar con los tiempos y personajes de los escritos, y del que esperaba siempre con impaciencia y hasta con sujeción opiniones de sus manuscritos.

Me identifico con Mario Vargas Llosa porque representa a ese peruano que quiere surgir y que lucha contra viento y marea por sus sueños e ideales. Eso es lo más humano de su historia que lo ha llevado a la política,  rechazando los autoritarismos, en la literatura ha revolucionado mundos imaginarios como si fueran reales haciendo de las mentiras, verdades, para salir por momentos de esa realidad que le sorprende y que modifica y corrige con sus novelas.

La figura literaria de Mario Vargas Llosa es el aliento, que se vuelve necesario para el que se mete en las luchas de las ideas y los oficios, y no se encierra en su mundo, sino que más bien lo anima, interroga, critica moviendo a los demás a participar de la realidad, para inventarla o reinventarla, pero eso sí para estar allí en la realidad y no ser invisibles.

Su premio alcanza indirectamente a nosotros sus lectores, por eso que causa tanta emoción, porque parecía que nunca no iba a llegar y llegó finalmente.

He sabido que en su primera cena pública como nobel ha comido lasagna y se ha servido vino italiano, ottima scelta!