lunes, 28 de julio de 2008

El Perú antiguo-contemporáneo

Todo aquello que en el Perú representa su pasado remoto, hoy no es sólo su pasado ancestral sino también su pasado próximo. En un país antiguo como el Perú, subestimar el poder simbólico y cultural de la mayor parte de su población implica la enésima negación de su identidad histórica india y mestiza, lo cual sería como imaginar los Andes sin los incas o la antigua Lima sin balcones.
Ver lo simbólico en nosotros y lo que está detrás de nuestras prácticas simbólicas nacionales podría ayudar a interpretar una forma de identidad y de poder diferente, única y útil, para entender el destino histórico de los contextos culturales diferentes del Perú y del mundo entero. Como el mundo árabe, africano o asiático, donde, al igual que en el mundo andino (viéndolo sin perogrulladas) lo simbólico, el folclor (que es como dice Freud el sueño onírico del hombre social), la metáfora, el paradoxo, la contradicción y el contraste son el germen del encuentro de las culturas diferentes.
Unas culturas diferentes que se presentan en nuestros días bajo la forma de realidades sociales que permiten vivir cotidianamente a miles y miles de personas, y que en el caso peruano, viven y trabajan en las periferias marginales de las ciudades, en los mercados, en las vías públicas, en los páramos costeños, en las zonas rurales de los Andes y en las selvas de la amazonia.
Esta es una tarea de reflexión con los semiólogos, los indigenistas, los antropólogos, los etnólogos, los sociólogos, los historiadores, los novelistas, los poetas y los hombres y mujeres de a pie.
Una cita reflexiva con Desiderio Blanco, Arguedas, Mariátegui, Basadre, Porras, Vallejo, Vargas Llosa, Matos Mar y los silenciosos habladores del Ande que llevan todo su tradición oral en la cabeza y en la historia oral narrada cara a cara, en la música, y en los ritos ancestrales del baile y el cuento.
Los políticos y los economistas se deberían permitir también un encuentro con todos ellos para exaltar sus vocaciones y el modelo de civilidad al que aspiran embarcar a la nación peruana. Encontrarnos con todos ellos como ciudadanos, estudiantes, profesionales, dentro del rol social en el que querramos, vivir por unas horas sus realidades, ver seria y críticamente sus panoramas cotidianos, sus visiones, oir sus comunicaciones, significa descubrirnos a nosotros mismos como personas y como sociedad, como economía, cultura y política, para advertir que lo tradicional y lo moderno de nuestra cultura están más próximos y más vitales que las muy buenas propuestas de un museo y que la remota demagogia, el complejo social y las míticas propuestas de civilidad sin fondo en la que nos hemos amacado durante varios siglos de duda.
Es pues en esos encuentros íntimamente sociales, sin aislarnos del mundo entero, en los que podemos tratar de encontrar las evidencias para aspirar a resolver « objetivamente » nuestras esferas individuales y colectivas, allí mismo en el gran flujo de los eventos sociales razonados y en la historia de las personas de todos los días.
El de hoy es un Perú antiguo-contemporáneo que define su identidad en la ciudad y en el discurso de la interculturalidad mundial.

La aldea local y los sujetos sociales


Para muchos de nosotros, la comunicación masiva se produce hoy durante el encuentro virtual entre las tecnologías de la comunicación como la televisión e Internet y las audiencias compuestas por personas individuales y familias en ese espacio-dimensión de interrelaciones que es la aldea global, donde más o menos todos estamos interactuando por ser globales (la nueva identidad comunitaria mundial) y donde se ven los mismos programas televisivos, sean estos series, filmes, telenovelas, documentales, transmisiones deportivas y narraciones de noticias en tiempo real. La música y las radios son también medios de gran consumo mundial.
Los efectos de estas transmisiones televisivas cambian, al igual que sus usos sociales los cuales son realmente muy variados, el contexto incide y con este las relaciones interpersonales que se realizan entorno al aparato de televisión.
La casa y la calle (pienso en una forma de calle como el de las favelas, los barrios y los mercados populares latinoamericanos). Estos dos espacios sociales, la casa y la calle constituyen diversificaciones de la audiencia en el contexto.
Hay culturas notablemente televisivas, como la cultura americana o la anglosajona, que tienen como primer punto de referencia tele-comunicativo al televisor, pero hay culturas más propensas a la música y a la voz, que a la imagen, y que además de ver televisión, fuente masiva de información y de entretenimiento dedican mucho tiempo del día escuchando música y programas de radio.
Entre ambas culturas hay que reconocer la creciente cultura multimedial, la cultura de Internet, que reúne en un solo medio: imagen, texto y música. Se calcula que hay un millón y medio de internautas con página propia en la red de redes, según un reporte del forum económico mundial de Davos.
Imagen, texto y música se retroalimentan en una interrelación infinita de codificadores y decodificadores.
Cada cultura tiene debido a unos procesos sociales, culturales y económicos una preferencia por un medio de comunicación masiva, con lo cual la tesis del profeta de la sociedad electrónica Marshall Mc Luhan de que “el medio es el mensaje” ha llevado, en los años 90, a algunos investigadores de los medios a estudiar los factores que propician la elección por un medio y los rasgos de la audiencia.
Han sido estos estudios sobre la antropología del público televisivo, las etnografías de los medios de comunicación, y las sociologías de los medios, que se interesan por el mundo colectivo de los televidentes, radioescuchas e internautas, los que han trasladado el discurso de la aldea global a la aldea local, relacionando la producción del mensaje de los grandes medios de masa con el uso del mensaje por parte del público en una localidad, pueblo o ciudad, en zonas rurales y urbanas, en las culturas de élite, en las más populares también, y en aquellas culturas donde los adolescentes y jóvenes tienen gran competencia tecnológica pero en contraposición pocas relaciones sociales.
Los resultados de estos trabajos que parten de una hipótesis inductiva desde el público mediático están revelando hervideros de significados donde circulan imágenes y música de radios y televisores instalados en medio de sociedades cada vez más híbridas, que se definen entre sí con telenovelas, canciones de amor, partidos de fútbol y noticias.
Es allí mismo, en este entramado social y cultural de recepción de los medios, coinciden los mediólogos Roger Silverstone, Jesús Martín-Barbero, James Lull, Néstor García Canclini y Thomas Tufte, donde los sitios y estilos de los territorios culturales (antiguos y contemporáneos) están cambiando en un proceso de modernización intenso y heterogéneo en el cual la gente se esfuerza por organizarse culturalmente, con el fin de crear su identidad personal y sentirse segura, frente a una sociedad de iguales y diversos, que se presenta tan disímil, cercana y ajena como ocurre en las grades metrópolis occidentales.
El hogar, la familia y la casa (el ambiente doméstico) y la organización de la esfera pública y la esfera privada son categorías que están ayudando a entender la cultura mediática de un campesino en las alturas de Huancavelica en Perú, una familia de las capitales latinoamericanas, un empleado de las fábricas en China o de un niño en los edificios de casas de Europa.
La vida cotidiana y la domesticidad son parte del objeto de estudio de los Cultural Studies y de los Media Studies que buscan cada vez más comprender y elaborar hipótesis acerca de cómo la cultura mediática entra a formar parte de nuestras vidas, con unas implicancias aparentemente inexistentes, pero que dejan una huella o permiten a muchos organizar el lugar-espacio del hogar para encontrar una domesticidad hecha de prácticas culturales entre hombres y mujeres donde surge la persona y el sujeto social.
El fenómeno de la masificación de los medios, la globalización y las nuevas tecnologías cobran realidad y dejan de ser del todo virtuales cuando se ponen todos estos procesos mundiales bajo la lupa de la cultura, el hogar y la persona, tres niveles de análisis, donde formamos nuestros referentes, la índole social de cada persona.
Estudiar los medios desde las personas tiene un sentido particular y se vuelve hasta una vocación que intenta comprender que los miembros de la aldea local, mediáticos, integrados o excluidos no viven en un campo libre, como la casa o cualquier otro lugar, sin ser o estar influidos por factores textuales y tecnológicos, la agenda ideológica y las fuerzas que ellos contienen y a las que ellos se imponen y contrarrestan.